sábado, 3 de marzo de 2018

El cuento de la vaquita, cuando la rutina nos limita

La rutina nos atrapa e incluso nos limita. Pero es tan confortable, tan segura y nos acostumbramos tan pronto a ella que lo obviamos. Sin embargo, el cuento de la vaquita es una de esas narraciones que funcionan como un toque de atención. Un despertarhacia aquello que no vemos en nuestra vida diaria, pero que nos afecta más de lo que pensamos.

Gracias a este cuento descubriremos qué significado tiene realmente esa vaquita, qué obtenemos de ella y cuán dependientes podemos volvernos de todo eso que nos brinda. Pero, sobre todo, nos ayudará a descubrir cuál es la vaquita de nuestra vida.

“La rutina es otra forma de morir”.
-Anónimo-

El cuento de la vaquita
El cuento de la vaquita relata la historia de un Maestro de la sabiduría que paseaba por el campo con su discípulo. Un día se encontraron con una humilde casa de madera, habitada por una pareja y sus tres hijos. Todos iban mal vestidos, con ropa sucia y rota. Sus pies estaban descalzos y el entorno denotaba una pobreza extrema.

El Maestro le preguntó al padre de familia cómo hacían para sobrevivir, ya que en aquel paraje no existían industrias ni comercio, ni se veía riqueza por ninguna parte. Con calma, el padre de familia le contestó: “mire usted, nosotros tenemos una vaquita que nos proporciona varios litros de leche cada día. Una parte la vendemos y con el dinero compramos otras cosas y la otra parte la utilizamos para consumo propio. De esta forma sobrevivimos”.


El maestro agradeció la información, se despidió y se fue. Al alejarse le dijo a su discípulo: “busca la vaquita, llévala al precipicio y empújala al barranco”

El joven se quedó espantado, ya que la vaquita era el único medio de subsistencia de aquella humilde familia. Pero pensó que su Maestro tendría sus razones y, con gran pesar, llevó a la vaquita al precipicio y la empujó. Aquella escena se quedó grabada en su mente durante muchos años.

Al cabo del tiempo, el discípulo culpabilizado por lo que había hecho, decidió dejar al Maestro, volver a aquel lugar y disculparse con aquella familia a la que había hecho tanto daño. Al acercarse, observó que todo había cambiado. Una preciosa casa estaba rodeada por árboles donde muchos niños jugaban y había un automóvil aparcado.

El joven se sintió triste y desesperado porque pensó que aquella humilde familia vendió todo para sobrevivir. Cuando preguntó por ellos, le contestaron que seguían allí, que no se habían marchado. Entró corriendo en la casa y se dio cuenta de que estaba habitada por la misma familia que antes. Entonces, le preguntó al padre de familia qué había pasado y este, con una amplia sonrisa, le contestó:
“Teníamos una vaquita que nos proporcionaba leche y con la que sobrevivíamos. Pero un afortunado día la vaquita se cayó por un precipicio y murió. En ese momento nos vimos obligados a hacer otras cosas, a desarrollar otras habilidades que nunca habíamos imaginado poseer. De esta forma comenzamos a prosperar y nuestra vida cambió”.


El confort de hacer “lo de siempre”

Puede que, al igual que el discípulo, nos hayamos quedado horrorizados ante la decisión del Maestro de tirar a la vaquita por el precipicio. Sin embargo, este cuento es una metáfora sobre lo que tenemos que hacer con aquello con lo que nos sentimos muy cómodos en nuestra vida y que al mismo tiempo nos limita.


En el momento en el que esa familia pobre se quedó sin ese sustento al que se aferraban para sobrevivir no les quedó otra que buscar alternativas. Pero, en vez de descubrir más pobreza, encontraron una manera de prosperar, algo que jamás habían imaginado. Si la vaquita nunca hubiese desaparecido de sus vidas, continuarían viviendo en su pobreza, sin salir de ahí, sin creer que podrían llegar más lejos.

Muchas personas agradecen que existan momentos en su vida que, aunque dolorosos y difíciles, les obligan a salir de esa zona de confort en la que se habían instalado y permanecían estancados. Los seres humanos buscamos la seguridad, la comodidad, aquello que no nos haga sentir incertidumbre. Pero, cuando todo esto se viene abajo, descubrimos habilidades y cualidades que jamás nos habíamos imaginado. Estaban dormidas.

El cuento de la vaquita nos insta a buscar aquello que nos está limitando. Puede ser un trabajo que no nos gusta, pero cuyo sueldo a fin de mes nos da seguridad; puede ser la satisfacción de ahorrar para viajar, cuya incertidumbre por posible imprevistos hace que nunca se haga realidad ese viaje…

El cuento de la vaquita es una excelente historia que nos permite reflexionar sobre la manera en la que vivimos. Sobre todo si nos quejamos de cómo es nuestra existencia. No es necesario esperar a que un Maestro llegue para lanzar a esa vaquita que tanto nos limita por un precipicio. Podemos, desde hoy mismo, mirar más allá de nuestras comodidades para ser conscientes del potencial que tenemos. Porque no estamos limitados. Somos nosotros quienes ponemos obstáculos.


Cada uno de nosotros tiene una vaquita en su vida. ¿Cuál es la tuya?

Por Raquel Lemos Rodríguez
Escritora

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