sábado, 3 de diciembre de 2016

QUEDATE CON AQUIELLAS PERSONAS CON LAS QUE PUEDES SER TU EN TODA TU ESENCIA

Hay personas que sacan lo más sincero, genuino y verdadero de nuestro interior, toda nuestra esencia. Son aquellos que profundizan en nosotros, que exprimen nuestra esencia y que nos hacen disfrutar de lo maravilloso que es sentirse bien siendo uno mismo.
Son esas personas que tienen algo que no sabemos definir, que nos invitan a tener plena confianza y a sentirnos con total libertad para comportarnos como queramos y como nos pide el cuerpo en cada momento…
Poder ser uno mismo se ha convertido en una excepción más que en una regla actualmente, lo que ocasiona que muchas veces nos sintamos desubicados. Esto se debe al miedo a que nos juzguen y nos etiqueten, lo que acarrea que al final ocultemos nuestros verdaderos intereses y nos pongamos una máscara para no lidiar con ciertas situaciones.
"Uno no puede ser uno mismo de manera absoluta cuando se está en público, porque estar en público ya te obliga a cierta autodefensa” 
John Lennon-

EL VALOR DE LA AUTENTICIDAD

A veces negamos que nos guste cierta música o que estemos interesados en unas aficiones pero no en otras. En otros momentos podemos incluso obviar u omitir información sobre nosotros que nos solicitan o que estaríamos encantados de contar.
De esta manera, poco a poco, vamos dejando de ser nosotros mismos de cara a los demás o incluso en nuestra vida interna, lo que es mucho más grave y más preocupante.
O sea, no comportarnos como nos gustaría acaba mermándonos, esto genera un empobrecimiento emocional que nos deja sumidos en una característica mezcla de tristeza, melancolía y desgana. Esto, por supuesto, tiene sus consecuencias en nuestras relaciones, que a su vez se tornan cada vez más insatisfactorias.
Sin embargo, a veces encontramos personas con las que podemos ser nosotros mismos y con las que nos conseguimos sentir realmente bien sin tapujos. Gracias a ese empuje nos permitimos liberarnos de esas ataduras emocionales y empezar a ilusionarnos de nuevo.
Lo cierto es que este tipo de conexiones no abundan, por lo que tenemos que apreciar cada uno de los momentos que vivimos junto a ellos, ya que nos ayudan a contemplarnos y a trabajarnos en esencia.
"La amistad con uno mismo es de suma importancia, ya que, sin ella uno no puede ser amigo de nadie más en el mundo"

SÉ TÚ CON TOTAL LIBERTAD

Como hemos comentado hasta ahora, ser uno mismo con total libertad es bastante complicado ya que depende en gran medida de lo cómodos que nos sintamos con los demás. Sin embargo, el verdadero trabajo a realizar nos corresponde a nosotros; es decir, que ser uno mismo requiere de autoconocimiento y por supuesto de motivación para ello. En este sentido, vamos a analizar qué podemos hacer:
Acéptate, eres una persona única e irrepetible. Es normal que quieras mostrar una versión más deseable de ti a los demás, pero no es necesario. De hecho puede llegar a ser contraproducente ya que nuestra parte más amigable es la natural.
No te centres en la imagen que los demás tienen de ti, hazlo en cómo tú te consideras. Esto nos ayuda a ser más auténticos y espontáneos.
Tu valía no depende de cómo es con lo que te comparas. Todos tenemos ideales y valores, pero esos no dependen de los demás. Es importante que trabajes para ser cada vez mejor, pero no para parecerte o superar a nadie.
Uno de los retos más difíciles es ser nosotros en un mundo en el que la mayoría está tratando de aparentar ser alguien más. Valorarnos es costoso, pero ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo.

Fuente: Raquel Aldana (psicóloga) lamenteesmaravillosa.com


Visto en: https://sanacionholisticasalamanca.wordpress.com-Eleanor Roosevelt-


domingo, 2 de octubre de 2016

LAS QUEJAS NOS IMPIDEN AVANZAR

Seguramente conozcas personas que se quejan, unas que se quejan porque hace demasiado frío, otras se quejan porque no encuentran lo que buscan, otras de los profesores que tienen y así hasta el infinito. A este tipo de quejas se las denomina estériles, las personas se posicionan mirando el problema y estancándose en él. Al incrementar la protesta inicial, se alejan cada vez más del camino de la solución. Ver la paja en el ojo ajeno es fácil y además nos disculpa y nos ahorra el trabajo de caminar hacia la resolución de nuestras dificultades. La queja no induce a nada y sólo genera frustración.
La gente que se queja constantemente sigue un pésimo estilo de vida que deja preso al quejoso. Mental y emocionalmente se autocondiciona para estar atento a todo lo malo que pueda encontrar en el camino. Es como si cerrara las compuertas a lo bueno; deja de percibirlo, no le da importancia. Lo positivo no le sirve de nada.
A veces, la queja en sí es lo que mantiene la situación por la cual nos quejamos. Es lo que nos explica este cuento:
“En los tiempos de Salomón, el mejor de los reyes, un hombre compró un ruiseñor que tenía una voz excepcional. Lo puso en una jaula donde al pájaro nada le faltaba, y éste cantaba durante horas y horas, para admiración de los vecinos.
Un día en que la jaula había sido colocada en un balcón, se acercó otro pájaro, le dijo algo al ruiseñor y se fue volando. Desde aquel instante el incomparable ruiseñor permaneció en silencio.
El hombre, desesperado, llevó a su pájaro ante el rey profeta Salomón, que conocía el lenguaje de los animales, y le pidió que le preguntase por las razones de aquel mutismo. El pájaro le dijo a Salomón:
‘Antaño no conocía ni cazador ni jaula. Entonces me enseñaron un apetecible cebo y, empujado por mi deseo, caí en la trampa. El cazador de pájaros se me llevó, me vendió en el mercado, lejos de mi familia, y me encontré en la jaula del hombre que aquí ves. Empecé a lamentarme día y noche, lamentaciones que ese hombre tomaba por cantos de agradecimiento y alegría. Hasta el día que otro pájaro vino a decirme: “Deja ya de llorar porque es por tus gemidos por lo que te guardan en esta jaula.” Entonces decidí callarme.’
Salomón tradujo estas frases al propietario del pájaro. El hombre se dijo: ‘¿Para qué guardar un ruiseñor si no canta?’ Y lo puso en libertad. El pájaro volvió a cantar.”
Las quejas no son buenas porque conducen al inmovilismo. Cuando nos quejamos, nos convertimos en víctimas y no avanzamos hacia delante. No sirve de nada quejarse, hay que afrontar que a veces perdemos el control.
A veces el pasado genera quejas y resentimiento, si hubiera hecho esto, si hubiera hecho lo otro, ¿de qué sirve lamentarte? Sólo generas energías negativas, estás más triste. No puedes cambiar el pasado. Al mismo tiempo la queja te impide ir más allá y ver otras cosas, otras oportunidades, maneras de solucionar este problema.
Todas las personas tienen sus propios problemas pero normalmente no andamos por el mundo pregonándolos para ver cuál es mayor, la vida no es un concurso. Así que no martirices a la otra gente con tus quejas, es normal comentar a un amigo lo que tu preocupa, pero hablar de tus quejas diariamente puede afectar a tus relaciones interpersonales.
En conclusión, la queja no sirve para nada y te impide volar.

Fuente: http://soyespiritual.com/

domingo, 1 de mayo de 2016

Soltar, morir, renacer

Podemos quedar “enganchados” o “atrapados” respecto de situaciones, lugares, personas… El desapego es difícil porque aquello a lo que nos apegamos pasa a ser parte de nosotros mismos, incluso a nivel de nuestras conexiones neuronales. Virginia Gawel presenta este síndrome desde la mirada de Pema Chödrön, monja budista. Una invitación a conectarnos con el verdadero Yo que subyace a todo cambio.

Pema Chödrön y el síndrome shenpa

Una etapa que termina, una pareja que se disuelve, los hijos que se van de la casa, amigos que quedan en el camino, cambios en nuestro cuerpo, en nuestro entorno, en nuestro trabajo… Algo muy dentro nuestro quisiera que todo se quedara quieto; así estemos anhelando el cambio, le tememos (¡y mucho más cuando no lo anhelamos!) Pero la vida es impermanencia. Y esa impermanencia es, curiosamente, la que, si trabajamos sobre ella, puede vincularnos con algo inmutable que es nuestro núcleo.

En la psicología del budismo tibetano hay una palabra para definir parte de lo que nos sucede ante este tipo de situaciones: shenpa. Se lo considera un síndrome (un conjunto de signos internos que trastorna nuestra vida emocional y mental). El concepto occidental que más se le aproxima es “apego”. Pero como a los tibetanos les encantan las metáforas (las cuales llegan más profundo que las definiciones meramente racionales), insisten en que la traducción implicaría imágenes como la de “sentimientos pegajosos”, “quedar enganchado” (sí, como con un gancho), y, como dice Pema Chödron, implica un sentimiento de urgencia. Urgencia por controlar al otro, urgencia por disimular el paso del tiempo (cuando nos apegamos a una etapa, un cuerpo que ya no tenemos, un rol que ya no cumplimos), compulsión por actuar de un modo que nos es habitual (sentimiento muy similar al de requerir una sustancia estando en situación de adicción)… Urgencia por lograr que se nos pase la ansiedad del cambio, como quien siente picazón (dice Pema) y quiere rascarse ya para que se le pase ya.

Cuando realmente abordamos el trabajar con un apego determinado (lo cual es una tarea honda, compleja, dolorosa… y liberadora), lo que estamos haciendo, al intentar una y otra vez soltar, es ser pacientes escultores de nuestro cerebro. ¿A qué me refiero? Parte del apego está ligado a que las neuronas se han conectado muchas, muchas veces, de una determinada y única manera en relación a aquello a lo que estamos apegados. Al realizar un proceso interno de desapego estamos (como el adicto en relación a su sustancia) desactivando ese modo habitual (de allí la palabra “hábito”, aunque sea emocional) con el que el cerebro ha ido funcionando. Con ello, estamos retejiendo conexiones neuronales que ya no se ligarán en forma automática en el repetido circuito de siempre.

De modo que cuando alguien logra soltar, cuando alguien consigue tenerse paciencia en ese largo proceso, lo que ha hecho es modificar su cerebro (¡lo cual implica un honroso mérito!) y, con ello, modificar el modo en que cerebralmente está codificada lo que uno llama “mi identidad”. Sí: la noción de “mi identidad” también implica un conjunto de conexiones neuronales, que van desde el esquema corporal registrado en el cerebro al modo en que nos tratamos día tras día, lo que pensamos sobre nosotros, lo que sentimos hacia nosotros, nuestras creencias sobre lo que somos y sobre cómo deberíamos actuar ante cada situación… Cuando estamos bajo el síndrome, eso que no logramos soltar está incluido como si fuera parte del mapa interno al que denominamos “yo”. Por eso no lo soltamos: porque sentimos tanto dolor como si estuviésemos por padecer (o padeciendo) una amputación. Hasta que, si uno trabaja sobre sí, logra ir soltando (prefiero este gerundio) y, con ello, modificar el concepto de “yo”. Y ver que no hubo amputación alguna: se sigue estando entero, pero de otra manera, aunque eso que ya no está, no esté. En síntesis: cambia la sensación de identidad. Y si lo que hacemos es realmente soltar (es decir, no “despegarnos” de una pareja, por ejemplo, para aferrarnos dependientemente a otra), estaremos listos para vincularnos con nosotros mismos y con la vida de una manera diferente: libre. Y el mapa interno de lo que llamamos “yo” será más amplio y certero: tendrá una relación más ajustada y legítima con la realidad, porque ya no estará incluido en él -como parte de ese “yo”- aquello a lo que estábamos apegados.

Soltar es un ejercicio para toda la vida, para cada día, en cada pequeño acto. No significa permanecer inerte, indiferente, como la falsa imagen del yogui que parece estar “más allá del bien y del mal”. Es estar plenamente vivo, relacionándonos intensamente con lo que hoy somos, con lo que hoy hay, con lo que hoy es, y no con lo que éramos, lo que fue, lo que ya no está (o lo que quisiéramos que sea o hubiese sido).

Quiero compartirles un texto de Pema Chödron, a quien vale la pena conocer, por su clara transmisión de estos temas desde un lugar laico, lúcido y sensible:


“Si soltamos, algo morirá. Y precisamente necesitamos que algo muera para gozar del gran beneficio de su muerte. A veces, sin embargo, es muy fácil. Cuando nos embarcamos en este viaje de autodescubrimiento y notamos que hay algo a lo que estamos aferrados, a menudo vemos que no se trata más que de una pequeñez. Una vez me quedé atascada en algo descomunal, y Trungpa Rimpoché me lo advirtió. Me dijo: ‘Es demasiado para ti; todavía no eres capaz de deshacerte de ello, practica primero con las cosas sencillas. Empieza dándote cuenta de todas las pequeñas cosas a las que estás apegada y te resultará más fácil entender qué significa soltar’. Fue un estupendo consejo. No debemos enfrentarnos de entrada con lo más grande, porque no podremos. Es demasiado amenazante. Puede incluso ser demasiado cruel soltar algo ahí mismo, en el acto. Incluso con las pequeñas cosas podemos, aunque sea de forma intelectual, comenzar a ver que el hecho de soltar puede tener una enorme trascendencia, una relajación y una conexión con la suavidad y la ternura del verdadero corazón. Un auténtico gozo emana de esto”.

Virginia Gawel
Fuente: http://www.viviragradecidos.org/

domingo, 3 de enero de 2016

DESPEDIR PARA ACOGER

El paso de un año a otro nos habla de despedidas y bienvenidas… Es una ocasión para recordar que solo despidiendo lo viejo podemos recibir lo nuevo. ¿Por qué a veces se nos hace difícil despedirnos de algo? Jose Chamorro analiza tres obstáculos que nos impiden “soltar”: los deseos, miedos y apegos. Una invitación a vivir en libertad.
El final del año se propone como una meditación a través de la cual podemos hacer balance del año que termina. Solo en la medida que somos capaces de despedirnos de algo, adquirimos la disposición para abrirnos a lo que está por llegar, a ese acontecer que tiene lugar cuando estamos receptivos para acoger lo nuevo.
La despedida no está relacionada exclusivamente con las relaciones que mantenemos con las distintas personas que nos rodean. También tiene que ver con los deseos, miedos y apegos que nos anclan deteniendo, en la mayoría de las ocasiones, lo propio de nuestro caminar.
Solo en la medida que somos capaces de despedirnos de algo, adquirimos la disposición para abrirnos a lo que está por llegar.En este sentido, es fácil darse cuenta de que estamos llenos de deseos que tienen que ver con un afuera precipitado, con una mirada externa que evalúe nuestro logro. Es por ello por lo que dichos deseos terminan por retenernos, haciéndonos dependientes de los demás. Realmente solo la persona consciente disfruta de todo. Si preguntas por qué, ella responderá: “¿Por qué no? (…) La persona consciente vive en un mundo de unicidad y variedad, de renovación y del ahora.[1] Cuando nos hacemos conscientes de nuestros deseos, hemos dado el primer paso para ser libres de ellos; en definitiva, para despedirnos de ellos al tiempo que acogemos el momento presente. Aunque sea por apostillar algo más lo dicho, no tenemos que olvidar que los deseos no tienen que ver con las aspiraciones que nos mueven desde dentro y que son respuestas a las preguntas más profundas que todos nos realizamos.
Los miedos también nos limitan, ya que nos dejan en una fantasía mental de la que no podemos deshacernos y que termina por condicionar nuestro modo de estar y actuar. Los miedos no deben ser eliminados, pues edulcoran la vida de manera artificial; más bien deben entenderse como una realidad con la que hay que aprender a convivir. Lo importante es aprender a vivir con el miedo. En cuanto me reconcilio con mi miedo, esto es, renuncio a luchar contra él, éste se transforma. Sigue estando ahí pero ya no me tiene bajo su control.[2] A los miedos se les despide cuando podemos verlos y, tras reconocerlos, no nos limitan. Estando de otro modo dejan de estar obstaculizando.
El apego, en cuanto a la dificultad que entraña, es uno de los grandes asuntos pendientes del ser humano y que en la mayoría de las ocasiones se le confunde con el amor. Decía el Hermano Roger de Taizé: Quien vive para Dios elige amar. Asumir esta elección exige una vigilancia constante.[3] Esa vigilancia constante, que tiene que ver con tomar conciencia y no tanto con una actitud persecutora con uno mismo, nos ofrece el salvoconducto para evitar relaciones dependientes y, en el peor de los casos, sumisas. Aquí acontece la ruptura con la vieja teoría en donde la existencia de uno es más o menos valiosa en la medida en que procura al otro aquello de lo que éste carece. Soltándonos de esta dependencia que conlleva el apego, se inaugura una nueva manera de relacionarnos desde la totalidad y el autoapoyo de cada uno. Siendo complejo no por ello es imposible, aunque no hay que olvidar que el viraje hacia este nuevo rumbo no se da en la inmediatez, sino que, citando una vez más al padre del ecumenismo, la transfiguración del ser se va haciendo poco a poco a través de cambios casi imperceptibles.[4]
Quizá cuando sepamos dar las gracias por aquello que se nos dio, solo entonces estaremos en la mejor de las disposiciones para inaugurar una despedida.Las despedidas, en definitiva, tienen que ver con la vida misma, pues todo lo que nace muere, y esta muerte es ante todo una despedida, es un final que queda abierto para acoger algo nuevo. Vivimos en la fantasía de que permaneceremos para siempre pero, nada más lejos de esto; la evidencia que no deseamos mirar es otra. Quizá cuando sepamos dar las gracias por aquello que se nos dio, solo entonces estaremos en la mejor de las disposiciones para inaugurar una despedida. A lo largo de la vida se nos brindan muchas oportunidades para practicar, para ensayar este desapego necesario pero, a pesar de ello, son muchas las personas que quedan atrapadas de cosas y personas que le rodean, vendiendo así su propia libertad a un precio muy alto y, en última instancia, terminando por hipotecar su felicidad. Ojalá en este final de año logremos descubrir el juego al que jugamos sin que muchas veces sepamos cómo y cuándo nos sentamos a participar en él.
Te deseo de corazón que inaugures este nuevo año desde una nueva disposición para acoger, que te permita ensancharte en aquello que aún está por llegar, que logres ver la corriente en la que nos han arrojado para que puedas recuperar la capacidad para decidir si continúas río abajo o prefieres recrearte en alguna de las múltiples orillas que tiene la vida. Que seas bendecido desde lo Alto con el permiso y la creatividad para ser feliz en la desnudez y la sencillez de la vida.
Jose Chamorro


Notas

[1] DE MELLO, A. Rompiendo Ídolos, PPC, Madrid 1998, 70

[2] GRÜN, A. Perlas de Sabiduría, Mensajero, Bilbao 2012,115

[3] Escritos Esenciales, Lumen, Buenos Aires 2007, 111

[4] DE TAIZÉ, R. Dios solo puede amar, PPC, Madrid 2005, 70