Pero, qué nos ha llevado a montarnos en esta especie de avión ultra sónico en el que todos viajamos incómodos pero nadie se puede bajar?
Nos ha llevado el inmediatismo al que nos han acostumbrado las soluciones instantáneas que nos ofrece la publicidad y las historias del cine o la TV; la creencia de que “el tiempo es oro”, que nos ha convencido de que cada minuto del día debe ser productivo ; el cultivo del ego que nos anima a trabajar más para poseer más y aparentar más; la idea de que tener mucho equivale a ser más felices que pregona la cultura consumista y nos empuja a producir y gastar sin descansar…
Lo cruel es que en esta loca carrera finalmente logramos estirar el tiempo para hacerlo todo menos vivir, si por vivir entendemos compartir, reír, pasear, conversar, jugar, gozar o soñar. El impacto que esta forma de vida tiene en la familia es funesto. Al andar a la carrera vivimos como “volando por instrumentos”, es decir, concentrados en todo lo urgente por hacer, pero desconectados de lo que somos y sentimos. Y al no estar conectados con nuestros sentimientos es imposible establecer sólidos vínculos afectivos con nuestros seres queridos. Así, nuestras relaciones familiares se limitan a contactos superficiales, carentes de calidez, que por su trivialidad se desbaratan con cualquier tormenta.
El tiempo no puede seguir siendo nuestro enemigo. Lo necesitamos para formar la familia que soñamos tener. Hace falta tiempo para establecer lazos profundos con nuestro cónyuge, porque éstos se tejen en los momentos compartidos sin más propósito que estar juntos; tiempo para ganarnos la confianza de nuestros hijos porque saben que sí estaremos a su lado cuando nos necesiten; tiempo para cultivar una buena comunicación con ellos porque estamos allí para que nos cuenten sus pesares cuando desean compartirlos; tiempo para formar su conciencia porque estamos tan presentes que nuestro proceder les muestra qué está bien y qué está mal…
Vivir a la vida a la carrera atropella las relaciones. La impaciencia, producto del afán por ganarle la carrera al reloj, impide que tratemos a nuestros hijos con el afecto que merecen. Hacer muchas cosas alimenta el ego pero deja morir de hambre el corazón.
Llena la agenda pero destrozan la familia. Si el tiempo es oro, no lo desperdiciemos haciendo muchas cosas para comprar el amor de nuestra familia, el cual obtendremos gratis si dedicamos más tiempo a disfrutar de los hijos y ocupar el primer lugar en su corazón.”.-
Llena la agenda pero destrozan la familia. Si el tiempo es oro, no lo desperdiciemos haciendo muchas cosas para comprar el amor de nuestra familia, el cual obtendremos gratis si dedicamos más tiempo a disfrutar de los hijos y ocupar el primer lugar en su corazón.”.-
Fuente: angelamarulanda.com