El paso de un año a otro nos habla de despedidas y bienvenidas… Es una ocasión para recordar que solo despidiendo lo viejo podemos recibir lo nuevo. ¿Por qué a veces se nos hace difícil despedirnos de algo? Jose Chamorro analiza tres obstáculos que nos impiden “soltar”: los deseos, miedos y apegos. Una invitación a vivir en libertad.
El final del año se propone como una meditación a través de la cual podemos hacer balance del año que termina. Solo en la medida que somos capaces de despedirnos de algo, adquirimos la disposición para abrirnos a lo que está por llegar, a ese acontecer que tiene lugar cuando estamos receptivos para acoger lo nuevo.
La despedida no está relacionada exclusivamente con las relaciones que mantenemos con las distintas personas que nos rodean. También tiene que ver con los deseos, miedos y apegos que nos anclan deteniendo, en la mayoría de las ocasiones, lo propio de nuestro caminar.
Solo en la medida que somos capaces de despedirnos de algo, adquirimos la disposición para abrirnos a lo que está por llegar.En este sentido, es fácil darse cuenta de que estamos llenos de deseos que tienen que ver con un afuera precipitado, con una mirada externa que evalúe nuestro logro. Es por ello por lo que dichos deseos terminan por retenernos, haciéndonos dependientes de los demás. Realmente solo la persona consciente disfruta de todo. Si preguntas por qué, ella responderá: “¿Por qué no? (…) La persona consciente vive en un mundo de unicidad y variedad, de renovación y del ahora.[1] Cuando nos hacemos conscientes de nuestros deseos, hemos dado el primer paso para ser libres de ellos; en definitiva, para despedirnos de ellos al tiempo que acogemos el momento presente. Aunque sea por apostillar algo más lo dicho, no tenemos que olvidar que los deseos no tienen que ver con las aspiraciones que nos mueven desde dentro y que son respuestas a las preguntas más profundas que todos nos realizamos.
Los miedos también nos limitan, ya que nos dejan en una fantasía mental de la que no podemos deshacernos y que termina por condicionar nuestro modo de estar y actuar. Los miedos no deben ser eliminados, pues edulcoran la vida de manera artificial; más bien deben entenderse como una realidad con la que hay que aprender a convivir. Lo importante es aprender a vivir con el miedo. En cuanto me reconcilio con mi miedo, esto es, renuncio a luchar contra él, éste se transforma. Sigue estando ahí pero ya no me tiene bajo su control.[2] A los miedos se les despide cuando podemos verlos y, tras reconocerlos, no nos limitan. Estando de otro modo dejan de estar obstaculizando.
El apego, en cuanto a la dificultad que entraña, es uno de los grandes asuntos pendientes del ser humano y que en la mayoría de las ocasiones se le confunde con el amor. Decía el Hermano Roger de Taizé: Quien vive para Dios elige amar. Asumir esta elección exige una vigilancia constante.[3] Esa vigilancia constante, que tiene que ver con tomar conciencia y no tanto con una actitud persecutora con uno mismo, nos ofrece el salvoconducto para evitar relaciones dependientes y, en el peor de los casos, sumisas. Aquí acontece la ruptura con la vieja teoría en donde la existencia de uno es más o menos valiosa en la medida en que procura al otro aquello de lo que éste carece. Soltándonos de esta dependencia que conlleva el apego, se inaugura una nueva manera de relacionarnos desde la totalidad y el autoapoyo de cada uno. Siendo complejo no por ello es imposible, aunque no hay que olvidar que el viraje hacia este nuevo rumbo no se da en la inmediatez, sino que, citando una vez más al padre del ecumenismo, la transfiguración del ser se va haciendo poco a poco a través de cambios casi imperceptibles.[4]
Quizá cuando sepamos dar las gracias por aquello que se nos dio, solo entonces estaremos en la mejor de las disposiciones para inaugurar una despedida.Las despedidas, en definitiva, tienen que ver con la vida misma, pues todo lo que nace muere, y esta muerte es ante todo una despedida, es un final que queda abierto para acoger algo nuevo. Vivimos en la fantasía de que permaneceremos para siempre pero, nada más lejos de esto; la evidencia que no deseamos mirar es otra. Quizá cuando sepamos dar las gracias por aquello que se nos dio, solo entonces estaremos en la mejor de las disposiciones para inaugurar una despedida. A lo largo de la vida se nos brindan muchas oportunidades para practicar, para ensayar este desapego necesario pero, a pesar de ello, son muchas las personas que quedan atrapadas de cosas y personas que le rodean, vendiendo así su propia libertad a un precio muy alto y, en última instancia, terminando por hipotecar su felicidad. Ojalá en este final de año logremos descubrir el juego al que jugamos sin que muchas veces sepamos cómo y cuándo nos sentamos a participar en él.
Te deseo de corazón que inaugures este nuevo año desde una nueva disposición para acoger, que te permita ensancharte en aquello que aún está por llegar, que logres ver la corriente en la que nos han arrojado para que puedas recuperar la capacidad para decidir si continúas río abajo o prefieres recrearte en alguna de las múltiples orillas que tiene la vida. Que seas bendecido desde lo Alto con el permiso y la creatividad para ser feliz en la desnudez y la sencillez de la vida.
Jose Chamorro
Notas
[1] DE MELLO, A. Rompiendo Ídolos, PPC, Madrid 1998, 70
[2] GRÜN, A. Perlas de Sabiduría, Mensajero, Bilbao 2012,115
[3] Escritos Esenciales, Lumen, Buenos Aires 2007, 111
[4] DE TAIZÉ, R. Dios solo puede amar, PPC, Madrid 2005, 70